CUANDO YO ERA PEQUEÑITO 3ª PARTE

Como os prometí,
Después de la primera
Y segunda parte,
Aquí está la tercera parte
De mi poema titulado
Cuando yo era pequeñito,
Donde narro las andanzas
Travesuras y aventuras
De cuando yo era un niño
Con once años bien cumpliditos.

En aquel entonces,
Las basuras,
Se tiraban en las calles,
Donde había unas ratas
Tan gigantes, tan gigantes,
Que de grandes
Parecían catedrales.

En algunas casas,
No había agua corriente,
Y nos teníamos que lavar
Como hacía toda la gente,
Por partes,
Y de muy tarde en tardE
Y tan ricamente.

Los chicos en el colegio,
Estábamos llenitos
De piojos y de chinches,
Comíamos del estraperlo,
Y teníamos tantos chinches
Y tantos piojos,
Que se nos subían hasta las ingles
Y hasta los ojos.

Las casas de mi pueblo,
Estaban llenas
De cucarachas y ratones,
Que los matábamos a palos
Por todos los rincones
A base de golpes y de bastones.

Los chicos nunca teníamos dinero,
Y para tener un poco
Y comprar chucherías,
Buscábamos trapos viejos
Por donde los había,
Y los vendíamos
En las traperías.

Y para ser más sincero,
A veces robábamos los trapos
En una fábrica de borra
Para tener más dinero,
En vez de ir por los basureros.

La borra no era más que
Trapos viejos y podridos,
Porque en aquel entonces,
Los colchones eran de trapos
Y de farfolla,
Pero eso es otra historia.

La farfolla no era más que
La paja del maiz triturada,
Y era tanto lo que nos picaba
Que en vez de dormir por la noche,
Lo hacíamos por la mañana.

Eramos pobres,
Pero sin embargo
Teníamos en primavera
Siempre lilas
Y enredaderas
Que subían hasta
Los balcones y ventanas,
Y para que crecieran más deprisa,
Las cavábamos con una azadilla.

Allí en los atardeceres,
Entre la espesura
De aquellas lilas
Y enredaderas,
Muchos amores comenzaron
Y muchos otros terminaron.
Yo lo sabía por lo que oía,
Porque era muy pequeño todavía.

Mi padre era pintor,
Pero de brocha gorda,
Pero era pintor al fin y al cabo,
Y teníamos muchos cuadros,
Pero como no había mercado,
Yo iba con él a venderlos
Siempre muy baratos.
Pero a mí  me parecían
Muy requetebonitos,
Porque había muchos paisajes
Llenos de pinos y de pajaritos.

Algunas noches de insomnio,
Como la casa estaba llenita
De cuadros y más cuadros,
Yo con mi imaginación,
Y de reojo,
Iba retocando y retocando
Las líneas de algunos pechos
Que fueran más estilizados.

Ya dije en los poemas anteriores,
Que un día me entró  la calentura
De querer irme a la ciudad
A estudiar para ser cura,
Y en otra ocasión dije
Que me había dado un aire
De querer irme a un convento
Para meterme de fraile.

Pero esta vez,
Me dio una especie de tempero,
De que quería un día
Llegar a ser jardinero.
Se lo dije a mi papá
Y me dijo que fuera con él
A podara las vides y los sarmientos.

Me dio unas tijeras muy grandotas,
Y de tanto podar y podar
Llegué todo a malograr,
Y mi papá al ver lo que hacía
Vino hacia mí,
Y enfurecido me decía
Que saliera de alli corriendo
Porque si no me iba a podar
Él a mí todos mis pelos
Y hasta mis pensamientos.

En otras ocasiones,
Quería ser quesero,
Y en otras panadero y peluquero,
Fontanero y herrero.
Cuando le dije a mi papá
Que quería ser herrero,
Me dio un martillo
Y unos clavos
Y me decía que fuese a poner
A los caballos unos zapatos,
Y para allá que nos fuimos
Sin hacer ni un alto en el camino.
Al querer poner yo la herradura
A unos de los caballos,
¡zas! me clavé en el dedo el clavo,
y me tuvieron que llevar
del herradero
a la casa del señor médico.
Me pusieron una inyección así de grande
Que me dolió un montón,
Pero se me hinchó el trasero
Y me tuvieron que sajar
El trasero entero
Para quitarme la infección
Que me causaba tanto dolor.

Un dia que mis padres
Se fueron a la ciudad
A llevar al banco los caudales,
Aproveché la ocasión
Para irme de rondón
A hacer una  confesión,
Y busqué una iglesia,
La más perdida en un rincón,
No fuese que me encontrase
Otra vez con aquel cura
Que me decía
Que yo era una perdición,
Y que una vez me arreó  un guantazo,
Que estuve 15 metros rodando.

Por fin encuentro la iglesia
Y entro despacito para dentro,
Con más miedo
Que diecisiete viejos y medio,
Porque esta vez tenía el saco
Bien gordito y bien templadito,
Un saco que no era de los finos
Pues pesaría más de 100 kilos.

Tenía muchos pecados,
Y los más graves
Eran esta vez algunos besos robados,
Con lo que a mí me gustaba eso,
Es que me sabían mejor que el queso.
Entro en la iglesia,
Y al fondo veo
Que hay un cura confesando.
Me puse a un costado,
Y cuando terminó una vieja
Que se estaba confesando,
Me acerco al confesionario,
Para decirle al cura,
Fuese el que fuese
Todos mis pecados,
Desde los más gordos
A los más flacos.

Ave María Purísima, le dije al cura,
Y me responde, sin pecado concebida,
Y de pronto le reconozco por la voz,
Era el mismo cura
Que me mandaba siempre
A los profundos infiernos
Y que en una ocasión
Me arreó un guantazo
Que estuve al menos
Siete semanas y media recordándolo.

Quería marcharme,
Hice ademán de levantarme,
Y me dice aquel señor cura:
Tranquilo, chaval, tranquilo,
Parece que te conozco
Y tienes tan mala suerte
Que es como si te persiguiera
un zorro constantemente.
Tú ves, ya te cazé  otra vez,
Es que parece que Dios
Quiere traerte a mi red.
Vamos desembucha y al grano,
Y no me remolonees,
Que esta vez seguro que tienes el saco
Llenito del derecho y del revés.

Me entraron tales sudores,
Me entraron tantos calores,
Que empecé a desembuchar
Por lo que pudiera pasar.
Y desembuchando, desembuchando,
Parece que iba terminando,
Pero aquel cura era muy relisto
Y me dice muy despacito:
Oye, todavía no has terminado,
Mira bien si te queda lo más gordo
En el fondo de tu saco.

Y yo le replico,
Sí Padre, me queda lo más gordo
Y quizá lo más sabroso,
Pero esta vez no tengo ánimos
Porque me da mucho pánico.
Entonces le dije lo de los besos,
Pero esta vez eran tres
Con sabor rico de queso.
Y al decirle a aquel cura
Que esta vez eran en vez de dos
Que eran tres ricos besos,
Empieza a chillar y chillar
Como si yo le fuera a matar.

Le dije también, mire Padre,
Mis amigos me dicen
Que se las puede besar a la novias.
El cura se quita las gafas,
Me mira y me remira
Y me dice:
Mira chaval, a tu edad,
Tú no tienes novia
Ni ná de ná,
Aquí se viene uno a confesar,
Y si sigues por este camino
Es que te voy de nuevo a canear.
Y otra vez empieza a chillar y chillar
Como si yo le fuera a matar

En esto que entra en la iglesia
Un hombre requeteviejo
Que venía con su bastón.
Y al oir al cura tanto gritar,
Creyó que algo le podía pasar,
Y como era muy viejo
Y parece que no veía muy bien,
Vino hacia mí como un loco
Y me dio tales bastonazos
Que casi me rompe el espinazo.

Y otra vez salí de allí corriendo
Como alma que lleva el diablo
Y el viejo detrás venía chillando:
Detener a ese mal pájaro
Porque estaba maltratando
Al bueno del señor cura
Cuando se estaba confesando.
Un señor muy grandote me cogió,
Y me decía que porqué  tanto corría
Si era porque hubiera hecho
Una grande fechoría.

Y le dije la verdad,
Que me fui a confesar
Y al decirle todos mis pecados
Parecía que aquel señor cura
Me quería hasta matar.
En adelante,
Cuando me iba a confesar,
Iba primero a la iglesia
Para verle bien la cara
Al señor cura
Con el que me iba a ir a confesar.

Y de nuevo otra vez,
Estuve cuatro semanas
Teniendo pesadillas y soñando
Con los piojos y las ladillas
Y con aquel señor cura tan gritón
Que me maltataba un mogollón.

En una ocasión los chicos
Fuimos a un melonar
Sin dejar un melón de calar,
Y dejamos a todos los melones
De aquel grande melonar
Todos con muchos agujeros
Y a medio catar.
El dueño del melonar,
Empezó a sospechar
Que eramos nosotros
Los que fuimos a robar.
Al enterarse mi padre,
Me dejó cuatro meses
Sin postre, sin paga
Y dándome una colleja
Todos los días por la mañana.

En aquel entonces,
En casi todos los coles,
En todas las mesas
Había unos agujeros
Donde se colocaban los tinteros,
Y los llenábamos de lentejas,
De habas y de judias viejas.

Y cuando se acercaban las vacaciones,
Cantábamos a voz en grito:
Debajo los tinteros,
Andan los ratones,
Diciendo a los maestros
Que nos den las vacaciones.
Si no nos las dan,
Que no nos las den,
Cogemos las carteras
Y nos echamos a correr.

En una ocasión
Que fuimos a coger nidos,
Un chico cogió un pajarillo
Y se lo metió en el bolsillo,
Y al dia siguiente en la clase
Cuando estábamos todos callados,
El chico suelta el pájaro
Y resulta que fue a posarse
Encima del encerado.

El cachondeo fue mayúsculo
Y el maestro nos tuvo
Cuatro meses y medio sin recreo
Y escribiendo en un papel
Que éramos muy malos,
Del derecho y del revés.

Entonces en los montes
no habia todavía osos.
y cazamos un lagarto
pero que muy hermoso.
Le pelamos, le asamos
Y le ponemos dentro
De una hogaza de pan
Por si alguien lo quería catar.
En esto que venían de excursión
Unos chavales hambrientos
Y nos dicen
Que si les socorremos
Con algo de alimento.
Le dijimos que teníamos
Unos bocatas
De salchichón y chorizo,
Y otro bien grande
De pollo medio asado y medio frito.
Los chicos se comen el bocata
De aquel lagarto tan rico
Y nos dicen que ese pollo
Tiene un sabor a pescado
Pero que estaba bien rico.
Y les dijimos que
El olor a pescado se debía
A que mi madre guardaba en la nevera
El pollo junto al pescado
Y que en esta ocasión el pollo
Se habría contaminado
Con aquel sabor a pescado.
Cuando se marcharon
Aquella pandilla de  chicos,
Nuestras risas se oirían
Hasta el mismo Puerto Rico

Después de escribir
La primera y segunda parte,
Aquí termina la tercera parte.
Ya no quiero seguir
Siendo más extenso y quizá
Hasta un poco aburrido
Con tanto documento.
Y ahora sí,
Aquí pongo el punto final
Y de vosotros me despido,
Y para no faltar a la verdad,
Ahora sí que es de verdad.

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